jueves, 19 de julio de 2007

Matones de la democracia

Rafael Bautista
Julio 19, 2007

Hace unos días, un asambleísta de la agrupación de derecha PODEMOS, agredió a un representante indígena frente a las cámaras de televisión, protagonizando el racismo y la intolerancia de la parte conservadora de este país. Este acto muestra, entre otras cosas, qué se oculta detrás del autonomismo camba y los constantes atropellos que sufre la Asamblea Constituyente (dentro y fuera), con el fin de liquidarla. Pero la liquidación no es formal sino que actos como los que comentamos, muestran que se busca una liquidación real: muerta la Constituyente, se busca matar el proceso y a los sujetos que hicieron posible este proceso de transformación del Estado colonial: las naciones indígenas y originarias.

La violencia es la suspensión de la política. Cuando aparece la agresión es cuando se ha expulsado la razón. El agresor ya no ve oponentes sino enemigos y lo que dicen sus golpes es que la política ya no le es útil, por eso acude al golpe; de ese modo se descubre: no hay honestidad democrática en sus palabras. Se trata de una violencia centenaria, que aflora “indignada” cuando la víctima se defiende; “indignación” mediatizada que justifica la agresión en un tiempo de rebelión: se agrede a la víctima porque ha dejado de callar.

Es lo que hacen los medios, de ese modo reproducen la lógica del verdugo: la víctima es la única culpable de la violencia que se le aplica; por eso dicen sus titulares: “agredió y fue agredido”, o “habría golpeado”, haciendo de la golpiza ficción; cuando se niega la violencia cometida se la afirma aun más, la víctima continúa siendo humillada. La derecha hace cara de yo no fui, prefectos y cívicos se sonríen, la justicia mira a otro lado y la clase media hace mutis; le parece algo natural, fue sólo un indio, le preocupa más la copa América, las magnificas, o lo que dicen los analistas, para saber qué va a decir. Vio una golpiza como ve el telepolicial; hubiese querido ver más (sangre), pero no hubo, aunque ya le explicaron, no fue nada, la violencia, si la hubo, proviene del otro lado, porque si la víctima responde, eso sí es violencia.

De este modo, la lógica de la inversión produce el desajuste ético: la agresión aparece justa y la defensa injusta; cuando la víctima ha sido naturalizada (racializada) como inferior, la violencia del superior no es violencia sino corrección. Y es eso, precisamente, lo que mostraban los medios, porque la presencia de un canal de televisión no fue casual, se trataba de justificar la “indignación” del patrón que reprende a sus peones por haberse alzado. De ese modo, dice, les demuestra su bondad, tratándoles como lo que cree que son, como bestias (del mismo modo trata a sus semejantes, porque todos aparecen ante sus ojos como entes disponibles para el antojo de sus apetitos, por eso su violencia termina en casa, como es costumbre entre poderosos).

El artificio de los medios era obvio: descalificando a un dirigente se descalificaba la marcha indígena; aunque el ardid emotivo manipula de mejor modo la moral: los niños se enferman en la marcha ergo las indias son inhumanas. Pero si mueren de hambre en su pueblo o crecen sin identidad ni salud ni educación, eso no importa, eso es natural: son indios. La víctima es la violenta. Si quiere cambiar las cosas, eso es violencia. Injusto es querer justicia. La maldad consiste en querer el bien. Si, de todos modos, hay violencia, que la sufran otros, los que no muestran sus imágenes, los que sobran, los que no debieron haber nacido. Moral que predican los medios.

No hay comentarios: