viernes, 21 de septiembre de 2007

El Che y el hombre nuevo

Ernesto Joaniquina
Septiembre 21, 2007

Estuvimos presentes en una de las actividades que va realizando con acertada proyección el Movimiento de Educadores populares de Bolivia (MEPB) regional Cochabamba en éste mes de septiembre en el Teatro Adela Zamudio de esta ciudad, bajo el título de “El Che y la infancia” como justo homenaje a los 40 años de su muerte. El acto contó con la presencia de compañeros cubanos, obreros, gente comprometida y la cansina pero invariable mujer proletaria de las minas, compañera Domitila Chungara junto a los niños pioneros de la Escuela Móvil de Formación Política de Cochabamba.

El acertado trabajo que va realizando el (MEPB) regional Cochabamba nace de la preocupación de la desinformación que promueven las corporaciones de la información que anublan la lectura de la realidad boliviana. Ante esta realidad este movimiento se dio la tarea de promover espacios de reflexión para ejercer el derecho de nuestra propia educación. Tarea nada fácil en nuestro medio, donde la reacción haciendo uso y abuso de los medios masivos a su alcance se han dado a la tarea obsesionada de abortar ese embrión que ya acabó de nacer y que en sus primeros balbuceos demostró lo que jamás se hizo por este país, ahora que ésta criatura aprendió a caminar y tiene mucho por transitar y no puede desfallecer, porque es un mandato de la vida y de su pueblo.

Muchas veces es inexpresable describir esa sensación de reencuentro con aquello que te pertenece porque forma parte de tu fuero interno, de tu referente histórico, cultural y a la vez una premonición extraña de dicha y tormento, como ese estribillo melancólico de un huayño boliviano que se quedó grabado en mi mente desde que era pequeño: “(…) Estoy cerca no quiero verte, estoy lejos te quiero más, es por eso que ya me voy (…)”. Cuando uno transita por sus calles atestadas de sombras recelosas, de aparapitas sin rostros pululando los suburbios y niños que sólo conocen la miseria humana; el hambre, la explotación, la violencia, el frío y el sabor amargo de la vida que le priva de la inocencia de su infancia bajo los puentes de un urbanismo indiferente o en la reflexión de Jaime Saenz “… uno debiera de procurar estar muerto. Cueste lo que cueste, antes de morir…” (Recorrer esta Distancia). Cómo no vamos a reafirmar nuestra convicción de luchar por un mundo mejor hasta abolir la debacle de un sistema inhumano que nos agobia.

En este océano de vivencias que sólo es perceptible por un buen corazón que late por la sabiduría y como dijera Eduardo Galeano “desde el lado izquierdo” de nuestro complejo organismo, es que nos induce a la vigencia de los postulados que nos legó aquel mentor del humanismo, del hombre nuevo y que hoy renace como capullos primaverales en el continente. Al leer nuevamente la carta que el comandante Che Guevara escribiera a sus tiernos hijos el día en que partió al país donde ahora me encuentro, cuanta verdad existe en este enunciado humanismo:”… Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario…”

El expositor Fernando Méndez analizó la semblanza humana del legendario comandante que antes de tomar el fusil era un hombre que tenía todas las prerrogativas de un buen ser humano y padre de familia, valores que sólo se forman desde el vientre de la madre y en la compleja formación de valores ético-morales que el niño se alimenta de su entorno familiar. Dotes que los supo posteriormente plasmar en el amor a los pueblos y de ser siempre el adalid de la justicia y la verdad.

Desde que le tocó asumir su labor revolucionaria en Cuba, luchó denodadamente contra los antivalores del mundo capitalista, desterrando el oprobioso individualismo y el egoísmo en el hombre. Con su ejemplo y su siempre risueña sonrisa demostraba que era indispensable ser laborioso en esta construcción del hombre nuevo, pues, aún más el líder debe ser siempre el ejemplo de trabajo y llevar a la práctica lo que se postula, son muchos los ejemplos al lado de los obreros que forjaban la producción de Cuba.

Otro de los valores era la caballerosidad, traducida en la equidad, la justicia y la solidaridad, valores que no conoce el mundo capitalista. Estos valores humanos son los que rescatamos en esta faceta del hombre nuevo que el Che inspiró con su ejemplo ya que la paradoja de la vida nos demuestra que el ser revolucionario no siempre está ligado al guerrillero belicoso que parte con la carabina en la mano rumbo al monte, sino a ese guerrillero que también imparte amor, ternura a sus hijos a su esposa, compañera inseparable de las vicisitudes del sacrificio.
Nos legó el ejemplo de que ser revolucionario es no ser machista y cuantos machistas revolucionarios existen? o cuantos seudo revolucionarios ejercen la violencia en sus hijos y esposa?, no hay por donde perderse, el hombre nuevo es aquel que tiene como arma la verdad, la justicia y ser capaz de seguir amando y soñando para cambiar este mundo de injusticias, Fernando Birri nos motiva a que la utopía sirve para caminar, sólo para eso.

El ejemplo del Che es tan patético en un país como Cuba que no tiene indigencia y menos niños olvidados como en nuestro volcánico continente donde bulle la miseria humana a plétoras y nos impulsa a seguir luchando. La hija mayor del Che Aleida con la convicción de la verdad nos dice:” Creo en la solidaridad y el amor”.

Villa Tunari, Amazonía boliviana, septiembre 2007
por: Ernesto Joaniquina Hidalgo

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