domingo, 12 de agosto de 2007

Electricidad para el cambio

Por Antonio Peredo Leigue
Agosto 11, 2007

Son muchas las tareas que deben iniciarse para lograr un cambio real en este país. No se trata de un decreto, una ley ni siquiera un texto constitucional. Se trata de llevar a cabo, de hacer efectivas, las tareas requeridas en salud, educación, vivienda, agua potable, electricidad. Si alguien sostiene que, cualquiera de estas necesidades o todas ellas, sólo pueden concretarse con la inversión y la iniciativa de las empresas privadas, habrá que responderle que no ha vivido en Bolivia –o en cualquier otro país latinoamericano– en los últimos treinta años; seguramente estuvo en otro planeta.

El cambio, aquí, es simple: darle, a cada boliviano y a cada boliviana, sin diferencias edad, sexo o color, los servicios básicos. Para decirlo es simple, para hacerlo efectivo ya no lo es. Por supuesto, si no lo hacemos, no estamos planteando seriamente que refundaremos el país.

Diseño de decisiones
Durante más de un año, se ha estudiado la forma de recuperar una estructura que, a partir del Estado, haga factible un plan de electricidad universal en Bolivia. A partir de este mes, ha comenzado a estructurarse el programa de fortalecimiento de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE). Las primeras medidas están contenidas en una serie de decretos que traspasan esta empresa al ministerio que corresponde –Hidrocarburos y Energía–, diseñan la organización que debe activarla con eficacia, señalan los objetivos que cumplirá y le dotan de los instrumentos adecuados para su labor.

Todavía no se han promulgado en lo que, seguramente, es la preocupación de revisarlos a fondo. Es necesario hacerlo así, por supuesto, pero hay que acelerar esta etapa para entrar, de lleno, a la fase de implementación. Como se dice al comienzo, el tema no son las normas, sino el cumplimiento de las tareas.

A quién servir
La primera cuestión es el consumidor al que se quiere llegar. Son dos las direcciones: la provisión al poblador, en el más lejano de los rincones del país; la otra dirección es el trabajo productivo. No tiene sentido pretender un regular nivel de consumo, para desarrollar la producción, si las personas no tienen acceso a los servicios básicos. Y hablamos de producción, tanto de la fábrica como del campo, de los centros mineros como de los talleres artesanales, de la industria de hidrocarburos como de alimentos envasados; se trata de luz y energía para vivir y desarrollarnos.

Parece ociosa la puntualización, pero no lo es. Hay pueblos por los que pasa el gasoducto y siguen alumbrándose con candiles; grandes extensiones de cultivos al borde de las carreteras, que no conocen la electricidad. Es más: en las principales ciudades del país, barrios enteros no tienen acceso a la electricidad, porque las empresas proveedoras les exigen que paguen el costo de la instalación central, de la que después se apropian.

Una concepción distinta es la que obliga al Estado a proveer de este servicio básico a todos sin excepción. Se cobrará el consumo, pero la instalación del mismo es obligación del Estado. Mientras la energía eléctrica esté en manos privadas, será difícil diseñar una política de provisión universal. Más aún: estamos viviendo, en esta situación de ajuste, una reducción de la generación eléctrica.

Se requiere una reconducción en esta materia que, al contrario de lo que está ocurriendo en este momento, garantice la generación eléctrica, siente las bases de una ampliación de la oferta y asegure que la provisión general sea una realidad a corto plazo.

Cómo producir
No se trata de inventar métodos más o menos ingeniosos para que tal pueblo tenga electricidad con paneles solares y aquel otro con energía eólica (de los vientos). Debemos unir a todo el país en el Sistema Integrado Nacional (SIN), con diversos puntos de generación pero con un solo sistema de servicios.

Es probable que los resultados no sean inmediatos. Pero lo que sí debe hacerse ahora mismo, es poner en marcha a la Empresa Nacional de Electricidad. Durante un tiempo más, seguramente, funcionarán los generadores eléctricos aislados, en algunas ciudades; sabemos que, aparte de tener alto costo de mantenimiento, proporciona energía con muchas deficiencias y, casi siempre, en peligro paralizarse.

En este aspecto, el otro tema es la base generadora. Casi un 60 % de la energía eléctrica, en Bolivia, se produce con combustible fósil. Teniendo un potencial hídrico considerable, no lo hemos utilizado en su plena magnitud. Hay que desarrollar una política de las plantas termoeléctricas por plantas hidroeléctricas.

Hay muchas razones para esperar, hasta con impaciencia, el relanzamiento de ENDE y, con ese instrumento, iniciar la política de electrificación de todo el país.

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