martes, 11 de septiembre de 2007

11 de septiembre: Día del terror

Max Murillo Mendoza
Septiembre 11, 2007

La historia empieza con el espectacular y violento ataque a las Torres Gemelas, allá en Nueva York, y el posterior derrumbe de ambas. Todo esto presenciamos a través de los poderosos canales de televisión norteamericanos. Las conjeturas que se tejen a propósito son increíbles, desde conspiraciones ultrasecretas hasta “ingenuidades” norteamericanas de descuido en filas de sus servicios de inteligencia. Lo cierto es que somos testigos del desplome, lento pero seguro, imperial y grotesco (justificar miles de muertos en nombre de la libertad, de su libertad) de un modo de vida, de una manera de ver el ritmo y la historia.

El Estado norteamericano, gracias a los atentados, se ha fortalecido a niveles incluso paranoicos. El liberalismo esta bien para la exportación de sus ideas; pero dicho estado siempre fue proteccionista frente al mundo. Hoy lo asumen con más cinismo y claridad. Los llamados servicios de inteligencia y contraespionaje se han triplicado, llegando a sofisticaciones de control a cada uno de los habitantes de la tierra. En los Estados Unidos se controla abiertamente las conversaciones telefónicas de todos los habitantes, los sistemas de Internet corren también esa suerte, por lo que las industrias referidas a todo esto están de jauja: las ganancias son multimillonarias y en ascenso. Ni qué decir de las industrias armamentísticas. De los 600 mil millones de dólares que gastan por año en seguridad nacional, el 70% se dirige a la creación de nuevos artefactos militares, y construcción de los más sofisticados juguetes para matar. Lo mejor del ingenio humano (científicos y técnicos) están destinados a estos laboratorios de la muerte. Como paréntesis, los norteamericanos gastan en donaciones, para lavar su conciencia, 15 mil millones de dólares al desarrollo de países pobres, al año.

Han impuesto la guerra preventiva, es decir atacar antes y en cualquier lugar del mundo para “impedir” a esos forajidos que ataquen en suelo norteamericano. Rompiendo todas las normas y leyes establecidas a finales de la segunda guerra mundial, firmados por ellos mismos. Esta guerra preventiva ha desequilibrado definitivamente al mundo: sálvense quién pueda, ármense quién pueda pagar. Y el negocio de las armas es hoy pujante y reluciente en todos los países en donde es posible fabricar estos instrumentos. Los presupuestos en seguridad nacional se han disparado a las nubes, todo justificado: en nombre de la libertad.

Europa se opuso, se opone y al parecer se opondrá a esta unilateralidad norteamericana; pero no ha hecho nada, no hace nada y no hará nada. Su silencio cómplice coincide con la afirmación de los intelectuales del poder norteamericano, como Fukuyama: Europa es hipócrita ya que su burbuja democrática y su prosperidad es gracias al poder militar norteamericano. Es más, han seguido las consignas norteamericanas: mejorar sus industrias de armas y sus sistemas de seguridad internas: anti-migrantes. Entonces el negocio también ha mejorado. Las últimas elecciones en Francia han demostrado la catastrófica realidad de las izquierdas europeas, sin rumbo, sin ideas, sin propuestas y sin nada qué ofrecer a sus pueblos.

Al final, como consuelo, la historia nos ha enseñado que ningún imperio es impune hasta siempre. Y el imperio norteamericano ha empezado su decadencia, su reacción es simple muestra de su fragilidad, paradójicamente, su poder se estrella hoy en el medio oriente ante la resistencia de pueblos dispuestos a morir ante la soberbia, la prepotencia, la impunidad, la unilateralidad de ver la vida desde sus propios códigos egoístas y ególatras. El último imperio en caer fue el británico, su caída duró 40 años, quizás el norteamericano dure menos ya que su prepotencia es desmedida y peligrosa; pero eso mismo nos delata su precariedad y furia bestial. Se vienen un mundo multipolar? Nada está escrito, felizmente, sólo la creatividad humana en juego es la garantía de nuestro viaje por la vida. Desde el tercer mundo tenemos que intentar no copiar esos modelos estatales totalitarios del norte, sino aprender las lecciones con la mirada en lo nuestro, en nuestras culturas, nuestras sabidurías, rescatando aquellas lógicas organizativas que han sobrevivido por siglos, ante avasallamientos coloniales y republicanos, adaptando por cierto lo mejor de la herencia occidental en cuanto al manejo de información y sistematización de conocimiento.

Ante la soberbia y la prepotencia seguirán habiendo muchas torres gemelas más, los bárbaros de la periferia siempre han resuelto sus problemas llevando sus necesidades al corazón mismo de “las civilizaciones” en tránsito.


Cochabamba, 11 de septiembre de 2007.

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