jueves, 18 de octubre de 2007

Indignidad contra los ancianos

Por Antonio Peredo Leigue
Octubre 17, 2007

El BONOSOL (bono solidario) fue una trampa neoliberal. Recogiendo un legítimo derecho de la tercera edad –reconocimiento por el esfuerzo de una vida de trabajo-, se tramó la entrega total de los recursos del país, instruyendo a las AFP’s comprar las acciones nacionales de las empresas capitalizadas con dineros de los aportes laborales. Era insostenible y, cada vez en mayor proporción, se requería vender más acciones. Ese es un tema.
Otro es la propuesta de renta vitalicia. El proyecto de ley, enviado por el presidente Evo Morales está en el Parlamento y ya se organizaron los opositores. Groseramente anuncian: Apoyamos la renta vitalicia, pero no contribuiremos ni con un centavo para hacerlo efectivo. Alguno incluso dijo que el BONOSOL es una conquista que no puede suprimirse y, sobre eso, está bien que llegue la renta vitalicia; además, para todos.

Alcances y contribuciones
Como en todo país estructurado bajo concepción capitalista, reciben renta de vejez sólo quienes depositan aportes en efectivo durante su vida laboral. Los campesinos, los trabajadores independientes, los empleados eventuales, quienes trabajan a destajo, jamás tendrán una renta que les asegure vivir con decencia sus últimos años.
El proyecto del MAS propone una renta de doscientos bolivianos (poco más de 25 dólares) mensuales para todas las personas mayores de 60 años. Los jubilados, es decir, quienes ya tienen una pensión vitalicia, recibirán la mitad. Quienes tienen un sueldo, simplemente no debieran reclamar tal renta, aunque el proyecto no establece tal extremo.
Ahora bien. El proyecto determina que, el 30% del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) se destine a tal efecto. En otros términos: de los porcentajes que perciben los distintos niveles del Estado, se descontará ese monto.
Ahí se afinca la oposición. Habiliten la renta vitalicia pero no toquen las cuotas que corresponden a prefecturas, alcaldías, universidades, etc. Dicho de otro modo: la dignidad de los viejitos está bien para el discurso, pero no toquen nuestro bolsillo.

La codicia como rectora
El IDH es una conquista duramente alcanzada por el pueblo boliviano. Quienes ofician ahora de fiscales de la democracia y la participación, en comités cívicos y prefecturas opositoras, fueron opositores a la nueva Ley de Hidrocarburos. Por esa ley, sin embargo, recibieron fondos que han superado abundantemente su capacidad de gasto. Las universidades ya no reclaman, como antes, por falta de presupuesto. Las alcaldías tienen fondos en depósito. Las prefecturas registran gastos extraordinarios y muchas veces innecesarios.
Aún más: las proyecciones indican que, en los años siguientes, los ingresos de estas instancias registrarán importantes alzas, para cuya inversión debieran estar preparándose. Pero más puede la codicia. “Esta es mi plata. ¿En qué la gastaré? No importa, pero no me toquen”, tal como si se tratase de fondos propios “ganados con el sudor de su frente”, como añadiría el dicho popular.
¿Los ancianos? No son problema de ellos. Si el gobierno quiere darles una renta, que vea de dónde saca la plata. ¿El gobierno?, ¿acaso de trata de los viejitos del MAS solamente? Talvez así lo piensen. Al menos, un dizque dirigente político opositor sostiene que él, lucha “por los derechos de los que no son del MAS”. No le da vergüenza decirlo porque –ésta es una verdad absoluta- tiene cara de cemento.
Con absoluto desprecio de la opinión pública, han declarado que no aprobarán el proyecto de ley, hasta que el gobierno desista de “recortar” los ingresos de prefecturas, municipios y universidades. Causa pena registrar hechos como una movilización de universitarios contra la Renta Dignidad. ¿Dónde quedó la sensibilidad social de la juventud que, hace cuatro décadas, entregaba su propia vida por los derechos de los demás? Ahora, ¿sólo les interesan sus derechos particulares? ¡Qué lástima! Qué distante parece aquella época en la que los mineros decidían descontarse una mita (un jornal) para capitalizar la Corporación Minera de Bolivia y los universitarios iban al campo, para ayudar a construir las viviendas agrarias. Ese es el sentimiento que nos robó el neoliberalismo y que debemos reconquistar para construir nuestra Nueva Patria.

Concientizar al pueblo
Era previsible la reacción de quienes se acostumbraron a ser beneficiarios del Estado, recortando la participación de la mayoría. Pero, que esta actitud, haya ganado a sectores sociales como los jubilados, la juventud universitaria y parte de los trabajadores, nos muestra la grave deformación que causó el neoliberalismo en el pueblo.
La dignidad de los ancianos es una responsabilidad de todos y cada uno de los bolivianos, especialmente de quienes son la fuerza productiva de la nación. Ni siquiera se trata de decir que, mañana, todos entrarán en la misma categoría y merecen la misma consideración. De lo que se trata es que hoy, en esta etapa, la dignidad es un derecho de todos y mientras haya un boliviano o una boliviana que carezca de ese derecho, no lo tendremos ninguno de nosotros.

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