lunes, 24 de septiembre de 2007

La bandera oculta la ausencia de civismo

Por Marcelino Villarreal (ASC-Noticias)
Septiembre 23, 2007

Se inicia el carnaval chauvinista embanderando la ciudad
A la llegada del primer día del mes de septiembre, las damas cívicas, brazo femenino del Comité Cívico, con atuendos blancos combinados con elegantes pañuelos verdes, bien peinadas, cubiertas con coquetos sombreros y suntuosamente enjoyadas, apostadas al mediodía en la intersección del lujoso boulevard de la Monseñor Rivero y segundo anillo de la ciudad, frente al monumento al Cristo Redentor, proceden a regalar cientos de banderas cruceñas.

Entregan afanadas su banderita a cada conductor que espera la señal de paso del semáforo. También la regalan a los transeúntes, a algunos vendedores ambulantes, a motociclistas, a pasajeros de micros que luego las enrollan al alejarse del lugar. De los que pasaron por allí pocos se salvaron de recibir una verde y blanco.

Obviamente, las infaltables cámaras de los medios empresariales estuvieron presentes, cubriendo de cerca la gran obra de civismo septembrino de estas señoras, que no pasó de ser otro acostumbrado show mediático como cuando hacen sus obras de caridad.
Pero gracias a las cámaras, ese día se pudo notar que en muchos casos, no en todos, cuando las cívicas entregaban una bandera, parecía más un acto de imposición sobre algunos ciudadanos que no se las pedían y que simplemente transitaban por allí ensimismados y preocupados en sus propios problemas. Cuando veían a alguien sin bandera, corrían alborotadas bandera en mano, y con los camarógrafos por detrás, alcanzaban a la victima o le salían al paso, cual ladrones en la noche, y gritaban “¡tenga… Viva Santa Cruj!” el conductor o transeúnte quedaba así sorprendido y al ver a la cámara delante no le quedaba más remedio que asir la bandera y balbucear “ahh… sí… gracias… sí… ¡viva!”. En una situación así, con los medios en frente, hay que tener cuidado con lo que se hace o se dice porque estos son como una especie de “Tribunal de Honor” del civismo dedicado a medir el “amor” de los ciudadanos por “Santa Cruz” y pueden volver a cualquiera en cuestión de minutos en un “camba 100%” o en un “traidor”. Muchos saben que si se topan en la calle con los cívicos y los medios juntos mejor ser hipócrita y no hacerse mala sangre para no quedar como colla, como masista, como “orureño”, o lo que es peor… como “paceño centralista”.

Así entonces, con ciudadanos obligados a menear la banderita, a lanzar vivas medios fingidos y a sonreír felices ante las cámaras, quedó inaugurado un mes donde los cívicos díscolos se rajan para que prime su fiebre chauvinista y su cruceñismo fanático y proceden a embanderar todo lo que se les cruza en el camino.

Detrás de este desesperado banderío, que hace rato tiene sorprendido al país pero que es lamentablemente imitado, se halla la vieja vena separatista, ese desprecio a lo nacional y nativo, que traiciona permanentemente a los cívicos, herederos del falangismo inventor del plan balcán, todo esto disimulado con un supuesto amor a la región. Curiosamente esta bandera que fue proclamada por un alcalde de Santa Cruz, en el siglo XIX, durante la republica, es también la bandera de Andalucía, tierra de la cual tan orgullosos se sentían originarios los cruceños de entonces. Aunque no esta debidamente documentado los historiadores de los cívicos dicen que su aparición fue un acto de protesta local contra el centralismo. ¿Puede haber sido este una reivindicación del mito español? ¿se habrá querido decir, como en otras partes de Latinoamérica, en esas nacientes republicas “con España estábamos mejor”?

En este mes, mucha gente que sin tener qué llevarse a la boca y convivir con la mugre en sus barrios, ahora ya olvidados por la alcaldía y la prefectura autonomistas, lanzan loas a “Santa Cruz” y declaran su “amor a esta tierra”; copiando como loritos lo que los medios dictan. En el fondo, ellos reivindican su creencia en el progreso y en mejores días para esta tierra, es algo positivo, pero de esas ansias se aprovechan los cívicos envolviéndose en la bandera.
Septiembre es el mes del segundo carnaval del año, el chauvinista, donde hay que embanderar la ciudad porque sí y listo, hay que demostrar que se quiere a esta tierra y punto. No importa si esa ciudad y ese terruño, en palabras correctas de un radialista cívico frustrado, “se van a la mierda todos los días” agobiadas por la mugre, la delincuencia, el desempleo, la incapacidad de las autoridades para atender las necesidades de los barrios populares, peor para concluir siquiera la remodelación de una simple avenida, con el cielo contaminado de humo generado por el “modelo productivo cruceño”, humo que aumenta imparable porque más cañaverales y más bosque se chaquean para atender la demanda de alcohol y biocombustible, nuevas minas de oro de los empresarios gracias a las cuales ya sueñan con una vida aún más holgada.
Pero no importa, cada mañana, hasta que llegue el 24 de septiembre, e incluso hasta que termine el mes, los medios empresariales, cuyos dueños son agropecuarios o socios de estos, seguirán diciendo “Este es el mes de Santa Cruz… todos debemos pintarnos de color esperanza, de verde, blanco y verde…. ¡Santa Cruz te quiero verde!... embanderemos la ciudad” matizado con la infaltable invitación a visitar la Expocruz, el negocio de los empresarios. Ese es su civismo, se hacen los que viven como “cambas” por un mes, aunque el resto del año vivan como acaudalados europeos.

¿Donde van a parar las banderas?
Según los medios, las damas cívicas entregaron esa mañana en la Monseñor Rivero, alrededor de unas tres mil banderas cruceñas. Eso ha bastado para que concluyan que la verde, blanco y verde está más vigente que nunca, sobre todo ahora, después del mítico “paro de las seis regiones”. Afirman que el movimiento cívico por autonomías, los cabildos y las marchas de oposición al gobierno del MAS han favorecido su posicionamiento. Todo el mundo quiere una bandera cruceña, afirman, incluso los “barrios la piden a gritos”. De ser verdad esto sería sorprendente y digno de un estudio sociológico para entender cómo, gente que no tiene empleo y vive en la extrema pobreza, en barrios sin servicios básicos y agobiados por la delincuencia y el desempleo, puede estar desesperada si no tiene… un pedazo de tela.

De todas maneras surge la pregunta ¿y para qué quiere la gente de Santa Cruz una bandera cruceña? ¿Cómo la usa? ¿La respeta? ¿La cuida? ¿Tiene conciencia de qué es una bandera? ¿Saben los cruceños en general que es un símbolo a usarse sólo en ocasiones especiales y se debe tener cierto cuidado con él? Es bueno preguntarse esto, sobre todo para ver si existe ese civismo que se pregona tanto, que algunos aseguran que es hasta medio genético y que puede usarse como vara para medir a los que no son “de esta noble tierra”.

Los cívicos han pedido a la gente que embandere las calles de la ciudad y por eso, de mano de las damas cívicas, se han dado por enésima vez, como un rito, a la tarea de regalar cientos de banderas cruceñas. Pero ¿donde están las banderas que regalan los cívicos a cada rato? ¿Dónde están las ciento cincuenta mil banderas y más que han distribuido en algo más de tres años para sus “cabildos”, carnaval, concentraciones, kermeses, festivales, días de la tradición? ¿Dónde han ido a parar? Y por qué la necesidad de regalar a cada rato banderas? ¿Hay en realidad escasez de este símbolo? ¿Tanta es la demanda? ¿Hay tanto fervor cívico o es que las que se regalan no se conservan y se tiran como trapo viejo? ¿O se conservan pero ya no se sacan más?

Revisando algunas imágenes captadas luego de finalizados los cabildos carnavalescos en el Cristo, podemos responder que muchas banderas terminaron tapizando las calles aledañas, en medio de las latas de cerveza, los vasos de plásticos y los orines, y fueron levantadas por los barrenderos y embolsadas para ser recogidas por el camión de la basura. A pesar de que decían “Autonomía Sí” terminaron en el botadero de Normandía.

Circulando por las calles de Santa Cruz, se puede contestar otras de estas preguntas y ver adónde terminan tristemente algunas banderas cruceñas. Se puede advertir que se colocan en movilidades amarradas a la antena de la radio o en los barrotes de las carrocerías de las camionetas. Muchas lucen sucias por el polvo y el humo, algunas están hechas jirones y otras están incompletas. Algunas se amarran a las bisagras de las puertas traseras e incluso en los limpiaparabrisas de esas camionetas de carga que no tienen trompa porque traen el motor atrás o debajo de la cabina. Quienes las colocan allí, allí las dejan, a pesar de que en pocas horas terminan que da pena. Incluso se pueden ver banderas, y esto es sorprendente, amarrada a las bisagras de las compuertas de los maleteros de algunos autos. Hay casos, donde la bandera, si es muy grande, toca la calzada en un tercio, tapa la salida del escape, la matricula y acaba sus días, prácticamente, barriendo las calles. ¿Qué civismo es este?

Si de seguro cree que esto es nomás en autos de gente pobre o inculta y que los ricos o pudientes tratan diferente a la bandera porque son supuestamente más “estudiados”, se equivoca. Es más, se puede decir que esta práctica de colocar la bandera en los automóviles hasta quedar como trapo para limpiar el baño, es propio de la clase media y de los más pudientes y más fanáticos por la bandera y la autonomía. Las banderas peor tratadas se las ve precisamente en los automóviles más lujosos o más nuevos, aquellas amarradas a alguna parte de un 4x4 de lujo son las que se pueden encontrar en peor estado, enmugrecidas.

En estos días también se pueden hallar banderas cruceñas colocadas en las puertas de las casas, edificios y locales; pero esto es más común en las calles aledañas a la plaza 24 de Septiembre. La mayoría de ellas nuevas, aunque hay algunas que están gastadas pero los dueños no las cambian. En algunas casas colocan una bandera por este mes y allí se quedan hasta diciembre, cuando llega la navidad, y ya sólo es un pedazo de trapo verde y negro. ¿Será esto civismo hasta las últimas consecuencias? Vaya uno a saber.

Pero saliendo del centro son contadas las casas con banderas Y uno se pregunta ¿dónde están t antas banderas cruceñas? Se ve que el tan convocado embanderamiento resulta casi nulo tanto así que ahora los miembros de las fraternidades cruceñas han decidido salir ellos mismos a embanderar las avenidas y calles de Santa Cruz procediendo a tomar los postes de vías cruceñas como mástiles. Esta práctica recuerda a las campañas de los partidos políticos. Es que ellos también fueron de esos partidos y ahora militan en el partido cívico pancrucenista “Santa Cruz”.

La bandera maltratada, estropeada, vulgarizada
El caso de la bandera cruceña es de antología. Los cívicos, de tanto usarla, han terminado llevándola a su vulgarización. Su fanatismo, que oculta su inseguridad, les lleva a algunos a tenerla día y noche a la puerta de su casa y exigir eso en otros. La imponen quitándole su sentido exacto, que es la de representar y por ello a usarse en ocasiones especiales.
Pero en Santa Cruz no es así, por ejemplo verde, blanco y verde, es el color oficial de los vehículos que trabajan de taxis. Esto no se trata de pura casualidad porque es una norma establecida por el Concejo Municipal ucesista años atrás como forma de fomentar la identidad cruceña. Así fue. Es difícil de concebir, por no decir imposible, que en Buenos Aires, por ejemplo, las gobernaciones o municipios ordenen, para fomentar la identidad gaucha, que los taxis lleven la albiceleste como color oficial. En Bolivia, ni siquiera en otros departamentos del país se ve esto, una vulgarización del emblema local, aunque puede ser que sea cuestión de tiempo porque el mal ejemplo chauvinista de los cívicos cruceños, disfrazado por un fetichismo a las banderas locales, mojones y otros símbolos se copia por todo lado, incluso lo hace el MAS.

Pero aún hay otros casos más serios en la ciudad de los anillos. Por ejemplo, hay cientos de banderas como adhesivos para los vidrios de automóviles. Hay ejemplares que son una joya y que son del gusto de esa gente dominada por el fanatismo “cívico”, por ejemplo un adhesivo largo, en forma de bandera, que en la franja de color blanco con letras negras dice “Autonomía Carajo”. Cualquier turista pensaría que se trata de un insulto, que hay una autonomía llamada carajo y de los colores del fondo o sea de la bandera. Esto es casi como si un gringo pusiera en su bandera una leyenda similar a “hip hip hurra USA, fuck you” o que un español pusiera en su bandera “Viva España Cojones” o que en alguna bandera mexicana se lea “Viva México ¡Cabrones!”. Pero aquí en Santa Cruz la barbarie es demostración de amor por el terruño. En ocasión del último cabildo había una polera con franjas verde, blanco y verde, como la bandera, y llevaba un puño levantando el dedo del medio con una leyenda que decía “Evo si no querés autonomía, entonces toma esto”. A mucha gente le gustó, tal vez también a los intelectuales cruceñistas que ven en esta vulgarización una “vigencia” inédita del emblema cruceño, un liderazgo político nacional contra el masismo ¡qué política de alto nivel!

La vulgarización de este emblema, porque eso es de lo que se trata y no de una supuesta vigencia, es el precio que se paga por el afán obsesivo compulsivo que tienen los cívicos de embanderar todo, de poner el verde y blanco a cualquier cosa, para aparentar así que son multitud o, como dice un lujoso spot propagandístico pagado por la prefectura, que en Santa Cruz todos gritan “¡Autonomía y libertad” aunque no tengan qué comer y vivan de un sueldo miserable. El regalar a cada rato este emblema tal vez explique por qué está tan devaluado y se hace tan común, como esa Autonomía que apellida carajo.

No dejamos de notar que la bandera también es usada en los espectáculos carnavalescos, en los campos deportivos a donde no se deberían llevar poses políticas, en los asaltos a negocios y mercados perpetrados por los unionistas en días de paros cívicos, en espectáculos donde cualquier artista extranjero que visita Santa Cruz aparece ondeándola o cubriendo su sudoroso cuerpo con ella, o como la inefable Sara Landau que apareció envuelta en ella para recibir a los aporreados parlamentarios cruceños.

Ahora el local del Bingo Bahiti, casino de propiedad de extranjeros y empresarios locales, está embanderando suntuosamente su fachada para mostrar su adhesión y amor por “Santa Cruz”. Es la forma de granjearse las simpatías de los cívicos y las autoridades para lograr que el municipio no le cobre los impuestos de rigor. Pero esto último a nadie le importa, ni siquiera a la prensa querendona de esta tierra.

Así cualquier cosa puede estar vigente, pero eso no indica que haya civismo, más bien todo lo contrario. Santa Cruz puede tener lugar privilegiado en la economía, en el turismo, pero ya está entre las más contaminadas y menos cívicas, por más banderas que ostente.

Para los cívicos es esencial fomentar el cruceñismo más que antes todavía, porque desarrollan una especie de guerra fría contra los collas, el MAS, la Venezuela chavista y la Cuba comunista. Ven esencial cumplir objetivos tales como que “la ciudad amanezca embanderada” esperando así afirmar la identidad, pero principalmente su poder. ¡Pobres ilusos! Ellos están tan lejos de los verdaderos problemas de las masas a las que miran con tanto desprecio. Para ellos están reservadas altas cuestiones tales como la defensa de la libertad y la democracia, la autonomía y la capitalía. El problema de la subida del precio de los alimentos es demasiado poco para ocuparse de ello, mejor embanderar las calles.

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