jueves, 20 de diciembre de 2007

Racismo en Bolivia

Max Murillo Mendoza (Red Pro Bolivia)
Diciembre 19, 2007

Fenómenos como el racismo, discriminación y la xenofobia han sido poco estudiados y atendidos desde el punto de vista histórico, en América del Sur y en particular en Bolivia. Si a esto añadimos la ausencia de estudios sobre las clases sociales, podemos considerar que tenemos un déficit y un vacío enorme para entender los comportamientos sociales actuales, que por supuesto no se resolverían al tenerlos; sin embargo nos darían mayores pautas en las acciones políticas y educativas. Lo que propongo en estas líneas simplemente son sospechas, surgidas en nuestras tertulias allá a finales de los años 80 del anterior siglo, en la carrera de historia en la UMSA. Algunas de las conclusiones han sido publicadas en las revistas de la época, entre la U. y otras.

En Bolivia, y probablemente en los demás estados hispanoamericanos del sur, definitivamente el racismo tiene origen católico. Los españoles impusieron un sistema de castas basado en la raza. El color de la piel separaba todo lo demás, algo así como una pigmentocracia. Y la raza de los conquistadores tenía por religión a la católica, apostólica y romana. En las independencias hispanoamericanas este fenómeno se hizo más patente, ya que los únicos que tuvieron derecho a la disputa del poder fueron los criollos contra los peninsulares, los demás: mestizos, indios y negros fueron solamente la soldadesca o la tropa o el pueblo llano. Quizás sea muy simplista este esquema; sin embargo, la república, en nuestro caso, replica casi al pie de la letra todo el historial de la colonización española. Las clases altas siempre han sido de raza blanca, de origen español y con el tiempo se yaparon un poco de todo, en el siglo XX croatas, alemanes, árabes. En ese historial debemos considerar la mentalidad: los prejuicios, la carga moral de los católicos (qué es bueno y qué no es), el complejo de superioridad y el mandato para civilizar a todo lo que no era católico y blanco. Toda esa carga mental se puede rastrear a lo largo de los siglos XIX y XX.

Las reacciones de estas élites católicas, hoy en día sobre todo en toda la prensa “libre”, pueden ser estudiadas y analizadas bajo este paraguas. O este esquema. Asustados y espantados por todo lo indígena, campesino o mestizo, reaccionan como en anteriores épocas, hoy con distintas modas intelectuales, contra lo establecido hace siglos. La mayoría de las banderas de los Comités Cívicos, en manos de las clases altas, llevan cruces y algo de color blanco, reflejando esa mentalidad de los cruzados de la edad media. Comparan (satanizan) a los movimientos indígenas con todo lo peor de los fenómenos políticos modernos: fascismos, islamismos y estalinismos dictatoriales, para suponer que ellos son lo único conocido hace siglos: católicos, ahora demócratas y blancos por supuesto. Es decir, no sólo es la disputa por lo económico, sino por los espacios mentales, de costumbres, de ritos religiosos, de maneras de ser y hacer, más allá de lo puramente material y económico.

Sin embargo, todos habitamos un mismo espacio y debemos acostumbrarnos a tenernos y olernos. Eso que algunos antropólogos despistados llamaron sincretismo, es decir mezcla: mestizaje. En Bolivia no hubo tal sino imposición del más fuerte; pero hoy tenemos que plantearnos esta posibilidad, no tenemos otra si queremos realmente convivir y compartir. Y esto deben y tienen que entender los católicos blancos de alta alcurnia, que son los que están bloqueando esta posibilidad de generar algo de democracia. Si estos grupos de poder católicos, no entienden que debemos compartir este espacio llamado Bolivia, pues se nos viene lo peor: la guerra. Entonces mejor prevenir. La pelota está en su cancha y al parecer no parecen entender el mensaje de los tiempos. Los movimientos sociales han avanzado y hoy ya comparten algunos grados de poder en lo que se llama estado. Incluso los Estados Unidos vieron con buenos ojos a la nueva constitución. Queda por esperar y confiar de que al fin, estos grupos de poder católico entiendan que no son la mayoría (aunque sí como mentalidad y costumbre religiosa), de que han perdido vigencia por toda su historia de espaldas a la realidad, de que tienen que ceder sus privilegios a otros grupos, clases y razas. Y entonces esperar a la vuelta de la esquina los nuevos procesos electorales: el voto puede cambiar todo, y eso es lo que esperaron los movimientos sociales: cambiaron todo este proceso con el voto electoral, no con fusiles ni tanques de guerra, ni comportamientos racistas desesperados.
Cochabamba, 19 de diciembre de 2007.

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